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¿Conoces a tus "egos" cambiantes?

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Por lo general, nos identificamos con un "yo" permanente y estable a lo largo de nuestra vida, sin embargo, cuando comenzamos a practicar las técnicas de Consciencia Plena, nos damos cuenta de que somos un conjunto de "yoes" que parecen y desaparecen de la misma forma que lo hacen las nubes en el cielo. A partir de ahí, y poco a poco, comenzamos a descubrir esa otra Presencia, más estable y silenciosa que constituye nuestra identidad natural. 

José Pedro Manglano, finalista del premio "Espiritualidad" (Martinez Roca), hace una interesante descripción de  algunos de esos "yoes" que obstaculizan nuestro desarrollo, sin embargo, también nos dá algunas pistas para combatirlos con cuatro actitudes que nos ayudarán a salir adelante: la rebeldía, el respeto, el agradecimiento y la apertura.

Actitud de rebeldía:
Ser rebelde significa libertad, esperanza, en lugar de adaptación a lo imperfecto y a lo injusto. Hay sin embargo, cuatro "yoes" que se interponen:

1. El yo corrompido: el rebelde muere cuando su mundo interior ha dejado de ser distinto al exterior. Surge el “las cosas son como son, no se puede hacer nada para cambiarlas”. En el momento en que uno abandona el bien por ser difícil o complicado, entra a formar parte de las estructuras injustas, donde paga una cara hipoteca por su libertad.

2. El yo respondón: no sabe enfrentarse con lo que reclama su respuesta. Se disfraza de rebelde, y lo hace oponiéndose con orgullo y pataleo colegial. Se opone a lo que se le antoja por inercia, para afirmarse por superar complejos, por inmadurez o descontento consigo mismo. Este obstinado protestón es un débil camuflado que se amarga y se queja de que otros no cambien el mundo.

3. El yo gregario: otra forma de disfrazarse de rebelde es rebelarse contra asuntos superficiales y sin importancia. Fácilmente manipulable por la publicidad y los tópicos, está dispuesto a derramar sangre por vestir una prenda inusual. Sigue a pies juntillas los rasgos estipulados y diseñados por el subgrupo social en el que se mueve, y se opone al sistema porque otros lo hacen.

4. El yo burgués: se cría en un entorno de confort, que convierte en su valor último. En una primera fase, centra su “lucha” en el mantenimiento de este confort, aunque pronto deja de satisfacerle, y entonces cobra fuerza el logro del reconocimiento y la fama. Sus reivindicaciones son inútiles, porque no le comprometen. Su pancarta, en el fondo, es muy pobre, está en blanco.

5. El yo salvaje: para forjar una personalidad rica es preciso aprender a dominar las pasiones que esclavizan al yo salvaje: la tendencia a aplicar la ley del más fuerte, a la comodidad, a satisfacer lo que pide la genitalidad, a sacar el genio al conducir… Ser capaz de que la impulsividad ceda en favor de la espiritualidad posibilita una satisfacción y libertad imprescindibles para sentirse bien.

Actitud de respeto:
El respeto tiene tres direcciones: hacia uno mismo, hacia los demás, hacia todas las criaturas y hacia el entorno, sin embargo los "yoes" que se interponen en este comportamiento son:

6. El yo manipulador: dirige los hechos y a las personas con la intención de gobernar la realidad a su antojo. Su mejor arma: la mentira, incluso bien intencionada, desde su punto de vista, pues considera que el fin justifica los medios. Ya sea para salir del paso, evitar sufrimientos, hacer la vida más fácil o evitar que alguien pase por un mal trago, el manipulador no tarda en toparse de bruces con la verdad y ver que no encaja en el mundo real.

7. El yo servil: se convierte en sombra de otros, busca y necesita la aprobación ajena, no se atreve a discrepar y, en definitiva, se vende a sí mismo al mejor postor. La dignidad es la base necesaria que te permite ser tú mismo, quererte de forma sana y vivir una relación equilibrada con los demás.

8. El yo ninguneado: se siente un cero a la izquierda, mediocre, cobarde, impotente, frustrado y resignado. Cree que es incapaz de aportar su granito de arena al mundo, que sus aspiraciones son utópicas, que sus sueños son ilusos. Esta visión tan sólo conduce a un sinsentido vital, a la pérdida de respeto hacia el propio valor.

9. El yo cretino: dispuesto a abordar la vida desde su altivez, no soporta que haya nada ni nadie superior a él. En el extremo, acaba por declarar sus pensamientos y enunciados como verdad absoluta. Pero llega un momento en que vivir esta fantasía omnipotente no se aguanta por ningún lado. La verdad siempre acaba saliendo a relucir, por poco que guste al ego.

10. El yo sensual: distingue a las personas y cosas por la capacidad que tienen de agradarle, de ofrecerle placer, de proporcionarle satisfacción, de hacerle sentir bien, de serle útiles. En caso contrario, las aborrece. No mira a las personas como sujetos valiosos y dignos, con necesidades y exigencias, biografía y sentimientos, pesares e ilusiones… Lo que ve es “algo” que le sirve o no. Esto lo incapacita para la entrega, la amistad y el amor.

Actitud de Agradecimiento:
Para dar las gracias primero hay que experimentar agradecimiento, de lo contrario, dichas gracias gracias serían un simple formulismo. Experimentar agradecimiento por la vida, por tu propio ser, por el ser de los otros. Los "yoes" que nos ocasionan problemas:

11. El yo resentido: lo contrario a la gratitud es el resentimiento, que surge ante lo no dado que se considera merecido y que se transforma en dolor, queja, malestar, rabia y desdicha. El yo resentido es un afortunado ingrato. El resentimiento cierra el corazón y aísla a la persona. Quien lo trasciende, pronto empieza a quererse.

12. El yo venenoso: está enfermo de envidia. Le duele que algo valioso haya sido dado a otro inmerecidamente o por azar. Como consecuencia, hace y se hace daño, y convierte su propia vida en una pesada carga que llega a odiar. Para el yo venenoso, abrir los ojos y hacer una llamada a la consciencia para valorar lo propio, requiere tiempo y esfuerzo pero, desde luego, vale la pena.

13. El yo endurecido: aquello que convierte en desafortunado al yo endurecido no es el mundo que le envuelve, sino su indiferencia ante él y ante lo que recibe sin percatarse. Para cambiar de visión, nada mejor que vivir cada día imaginando que es el último, y así valorar cada detalle: una palabra, un abrazo, un beso…

Actitud de apertura:
Implica no quedarse en los estrechos límites de antiguas creencias y prejuicios. Es ver las coas como realmente son. Los "yoes" que te impiden abrirte al mundo son:

14. El yo desparramado: vive absorbido por lo relacionado con la superficie de sí mismo: guardar las apariencias, conseguir la fama de agradar a los demás y alcanzar influencia y reconocimiento.

15. El yo bluff: es el yo frívolo, que no hace nada o que no para de llenar su tiempo con cosas vanas. Llena el vacío con más vacío. Vive de forma superficial, está hueco por dentro. Tiene una vida “bluff”: llena de aire, sin peso. La frivolidad es la soledad íntima en medio de relaciones superfluas.

16. El Yo yo: convierte al resto de personas en objetos, pues él es el único sujeto, y sus únicas relaciones son con su propio yo. Entiende la realidad a su conveniencia, y la convierte en una herramienta a su servicio, porque su objetivo es sacar tajada de todo. No siempre el yo yo se presenta egoísta, sino también de forma sutil: la de aquel que no deja de verse a sí mismo en todo lo que mira y que, al ser el centro de todo, pierde toda objetividad.

17. El yo molusco: tiene un robusto caparazón que le encierra y aleja del mundo, que le hace incapaz de dar y aceptar, y de dejar un camino de entrada y salida al amor. Esto explica su soledad. Muchas personas aislan su corazón y se vuelven incapaces de amar y recibir amor. La apertura es difícil, pero hay que persistir en ello.

Ahora, después de leer esta lista, lo importante es que descubras en tí mismo/a, aquellos "yoes" que te restan tranquilidad, te hacen sentir mal e impiden tu crecimiento.Todo ello, lo irás descubriendo con la práctica de Mindfulness ó Atención Plena. Atrevete!!

Editado por EduArmonía

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