La persona que no está dispuesta a experimentar su realidad, se deforma y se constriñe a sí misma, creando huecos en su personalidad, recordando hechos pasados o bien imaginando inciertos futuros.
Por el contrario si dicha persona se diera cuenta de que realmente escapa a sus experiencias incómodas y se atreviera a enfrentarse a ellas, podría ser capaz de sanar heridas y amarguras. Aliviado el dolor emocional, surgen estados de bienestar, de equilibrio.
Maira Fuencisla Rodríguez
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