En
la antiguedad, Platón, en su famoso "Mito de la Caverna" nos propone
que imaginemos una caverna habitada por numerosos hombres encadenados a
sus asientos frente a un muro que hace las veces de pantalla. Detrás de
ellos y por la puerta de la caverna entra un haz de luz que es
atravesado por los más variados objetos, haciendo que sus nítidas
sombras se reflejen en la pantalla. De esta manera, los hombres
comienzan a creer que las sombras constituyen la única realidad.
En cierta oportunidad, uno de los hombres rompe sus cadenas y dándose vuelta comienza a contemplar directamente los objetos, sintiéndose desconcertado. Al salir al exterior, comienza a sentirse aún más sobrecogido y espantado, al punto de que si se le obligara a permanecer en el exterior clamaría porque le regresaran a la caverna.
Este hombre, afirma Platón, enloquecería si no lo acostumbramos a la luz y a los objetos exteriores, pero una vez familiarizado con estos llegaría finalmente a la conclusión de que la luz del Sol es la causa indirecta de las ilusiones de la caverna y descubriría que éstas no eran más que sombras y ecos. Este conocimiento le tornaría extraordinariamente dichoso y ya no querría volver a su esclavitud. Sin embargo, si decidiese volver para explicarles a sus semejantes los engaños que sufren al tomar las sombras por seres reales, sus compañeros no le creerían y se burlarían de él.
Después de mucho tiempo en la historia, continuamos siendo como los personajes de la caverna como si nuestro intelecto nos hubiera aprisionado en una jaula hecha de imágenes ficticias confundiendo las imágenes de la realidad con la realidad misma. Confiando exclusivamente en nuestro intelecto hemos perdido contacto con la verdadera Naturaleza de la realidad alrededor de nosotros y con nuestra verdadera naturaleza.
Nos hemos acostumbrado a nuestra“sombras”, a “nuestras historias y distorsiones” sobre la vida. Debido a ello hemos creado problemas de raza, de nacionalidad, de sexo, religión, economía, etc. Atados a las palabras, nos hemos vuelto prisioneros del intelecto y mientras la Realidad transcurre a nuestro lado ni siquiera la advertimos. Nos hemos conformado con las sombras......
Mayra Fuencisla Rodríguez
Relacionados:
En cierta oportunidad, uno de los hombres rompe sus cadenas y dándose vuelta comienza a contemplar directamente los objetos, sintiéndose desconcertado. Al salir al exterior, comienza a sentirse aún más sobrecogido y espantado, al punto de que si se le obligara a permanecer en el exterior clamaría porque le regresaran a la caverna.
Este hombre, afirma Platón, enloquecería si no lo acostumbramos a la luz y a los objetos exteriores, pero una vez familiarizado con estos llegaría finalmente a la conclusión de que la luz del Sol es la causa indirecta de las ilusiones de la caverna y descubriría que éstas no eran más que sombras y ecos. Este conocimiento le tornaría extraordinariamente dichoso y ya no querría volver a su esclavitud. Sin embargo, si decidiese volver para explicarles a sus semejantes los engaños que sufren al tomar las sombras por seres reales, sus compañeros no le creerían y se burlarían de él.
Después de mucho tiempo en la historia, continuamos siendo como los personajes de la caverna como si nuestro intelecto nos hubiera aprisionado en una jaula hecha de imágenes ficticias confundiendo las imágenes de la realidad con la realidad misma. Confiando exclusivamente en nuestro intelecto hemos perdido contacto con la verdadera Naturaleza de la realidad alrededor de nosotros y con nuestra verdadera naturaleza.
Nos hemos acostumbrado a nuestra“sombras”, a “nuestras historias y distorsiones” sobre la vida. Debido a ello hemos creado problemas de raza, de nacionalidad, de sexo, religión, economía, etc. Atados a las palabras, nos hemos vuelto prisioneros del intelecto y mientras la Realidad transcurre a nuestro lado ni siquiera la advertimos. Nos hemos conformado con las sombras......
Mayra Fuencisla Rodríguez
Relacionados: