"Aprender a
andar en bicicleta no significa solamente aprender a mantener el
equilibrio, sino aprender a no perturbar ese equilibrio, aprender a no
interferir" así lo expresó Seymour Papert, matemático y científico de la
computación. Pareciera que en materia de relaciones
interpersonales siempre tenemos que proceder tal cual lo hace el
equilibrista, es decir, tenemos que procurar el centro, sin embargo, no
siempre resulta fácil pues estamos acostumbrados a movernos en los
extremos. Mientras el agresivo demanda sin contemplaciones y de
manera desconsiderada, el pasivo reprime su voz pues no se atreve a
exponer sus opiniones ni a defender sus derechos.
El primero suele sentirse victorioso pues con frecuencia logra salirse con la suya a costa de intimidar a los demás, no obstante, tiene que pagar un alto precio por ello ya que, por lo general, sus amigos, familiares y compañeros de trabajo comienzan a evitarlo, a la par que su salud comienza a deteriorarse debido a sus excesos. Por otra parte, el pasivo, sufre en silencio al no sentirse apreciado ni tomado en cuenta por las personas, quisiera levantar su voz pero no se atreve: de igual manera, deteriora su salud tanto física como mental.
¿Cómo escapar entonces de la agresividad ó pasividad? ¿Cual será el punto medio?
De acuerdo a Manuel J. Smith, la asertividad es ese punto de equilibrio que nos permite relacionarnos sin necesidad de refugiarnos en los extremos. En definitiva creo que es un arte que hay que ejercitar continuamente hasta que se vuelva algo natural en nosotros. Como expresara Wilbur Wright, inventor del aeroplano, “hasta los pájaros se vuelven maestros del equilibrio mediante la practica constante”.
Maira Fuencisla Rodríguez
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