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Belleza de la Imperfección

La perfección es un ideal, un ansia de alcanzar niveles óptimos ya sea de belleza en el arte, de utilidad en los objetos, de máxima eficacia en los emprendimientos y por supuesto de máxima evolución en el ser humano. Sin embargo, alguna vez te has detenido a apreciar y disfrutar de aquello que ante nuestros ojos se presenta como imperfecto?

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No todo tiene siempre la mejor forma y aún habiéndola alcanzado tarde o temprano se desdibuja, se vence ó llega a su término como las hojas de los arboles que inevitablemente vuelven a la tierra durante el otoño. Si siempre vamos en pos de lo perfecto nos volveremos intransigentes y rígidos hacia los demás y aún hacia nosotros mismos. Con frecuencia la ansiedad es una consecuencia de aquella tendencia obsesiva de querer que todo sea perfecto, simétrico, exquisito y aún de desear que las personas, con las cuales convivimos, personifiquen ese ideal de perfección que anhelamos. Pero no sucede así. La imperfección es parte de la vida. Nada está completamente terminado sino en constante evolución, transformación, desintegración y renacimiento. ¿Por qué no admirar y disfrutar todo ello?

Hay un término japonés “Wabi Sabi” para referirse a aquellos objetos o ambientes caracterizados por su simpleza rústica. Por ejemplo, si paseamos por algún bosque, encontraremos cualidades que ante nuestros ojos se puedan presentar como rusticidad, asimetría, aspereza, quizás hasta cierta anarquía en la vegetación. Y en todo ello, reside una gran belleza natural, sin artilugios.  De acuerdo a Richard Powell la actitud “Wabi Sabi” cultiva todo lo que es autentico reconociendo tres sencillas realidades: “nada dura, nada esta completo y nada es perfecto”.  ¿Recuerdas la película “Las cuatro Estaciones”? En mi opinión es un buen ejemplo para ilustrar ese girar de la rueda con sus interminables cambios y regeneraciones ...

Así mismo, la belleza de la imperfección podemos encontrarla a doquier en nuestra vida cotidiana: tal vez, en una vieja casa abandonada, cuyos cobertizos y habitaciones tienen ahora, como únicos huéspedes a los helechos y plantas trepadoras que la cubren amorosamente. O tal vez, en ese niño de la calle que, a pesar de su pequeño cuerpo desnutrido y contrahecho, todavía conserva un rostro ingenuo y lleno de esperanza....  

Por otra parte, observar y reconocer nuestras propias imperfecciones, nos hará más humildes, más empáticos y transigentes  hacia las demás personas, independientemente de cual sea su condición respecto a raza, nacionalidad o religión. El mundo, que somos todos nosotros, necesita de comprensión y benevolencia....

Maira Fuencisla Rodriguez

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