Para la Ecopsicología, como para otras terapias, la etapa crucial del desarrollo reside en la infancia. Al nacer, los seres humanos tenemos una potencialidad formidable de percibir y de relacionarnos con el universo.
Nacemos en perfecta armonía con la Naturaleza, lo cual le permite al niño establecer un estrecho diálogo con la totalidad del mundo creado, dotándolo de alma y cualidades mágicas. En cierta manera la Ecopsicología trata de recuperar en los adultos “funcionalmente sanos” esa innata cualidad de experiencia “animística” que tienen los niños y que les permite percibir esa “atmósfera numinosa” a la cual hiciera referencia el historiador Rudolf Otto. No obstante, es conveniente recordar que los fundamentos de la naturaleza humana estarán siempre dentro del reino de la especulación.
En este tiempo actual de creciente interés ecológico, algunos pueden encontrar que la asunción ecopsicológica es perfectamente racional, otros permanecerán comprensivamente escépticos.
Por su parte, el historiador social Theodore Roszak nos compartió este pensamiento: “La idea de un vínculo emocional que vaya más allá de los otros seres humanos puede parecer místico, aún cuando figure en las enseñanzas más antiguas de la religión y el arte”
Mayra Fuencisla Rodríguez
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